Se paró frente al gran escaparate de la tienda de ropa que estaba más de moda. Unos maniquíes, de esos realistas y ultramodernos, la contemplaban desde el otro lado del cristal. Sus ropas eran ajustadas, con muy poca tela y de colores muy estridentes y chillones. Ella no les estaba prestando demasiada atención. Sólo se fijaba en su propio reflejo. Vió su pelo negro como la noche, sus enormes, brillantes y cansados ojos castaños, su piel blanquecina.... Tardó un momento en reconocerse. Habían pasado tantas cosas en los últimos días, que sentía como si hubiera envejecido unos cuantos años. Tantas emociones vividas, tantas carreras, persecuciones, muertes y tanta, tanta sangre....Sabía que ella era la elegida, que le correspondía cumplir la sagrada misión que le había sido encomendada. A pesar de saber todo esto, en ocasiones maldecía su destino en voz baja, ya que le parecía que cargaba una responsabilidad demasiado grande para alguien tan joven como ella.
Pensó en lo apacible y normal que había sido su vida hasta hacía poco tiempo. Criada por sus abuelos, siempre se sintió y fué la niña rara. Mientras que el resto de niños y niñas jugaban al fútbol o con muñecas, ella prefería pasar su tiempo libre observando insectos y minerales, leyendo libros considerados para mayores, dibujando cosas extrañas que parecían no tener significado alguno, escribiendo en un idioma inventado por ella misma....Lo que más le gustaba era mirar al cielo. Podía estar así durante horas, simplemente mirando hacia arriba, hacia las nubes y las estrellas, como esperando que algo llegara, algo que viniera a buscarla y la sacara de este mundo, al que no se acostumbraba ni creía pertenecer. El resto de niños se burlaba de ella. Era diferente, rara y tenía que pagar un alto precio por ello. Jamás tuvo un amigo de su edad. Sólo su cobaya Vera era su fiel compañera y le acompaba a todas partes. A pesar de todo esto, había sido una niña feliz y despreocupada. Era inteligente, aplicada y sacaba excelentes notas.
Al llegar a la adolescencia, acudió al instituto y continuó siendo la niña rara. También continuaron sus extraños dibujos y escritos. Allí también se burlaban de ella e inventaban fantásticas y estrambóticas historias y leyendas sobre ella. Nunca le importaron aquellas cosas y lo único que no llegó a entender era el porqué de aquellas burlas. Ella estaba contenta de ser como era y se preguntaba porqué los demás no parecían ser tan felices consigo mismos.
Después, al cumplir los 16 ocurrió lo que llevaba toda la vida esperando. Su verdadera "familia" apareció en escena. La llevaron con ellos, le contaron la gran verdad, la instruyeron, la aleccionaron, la entrenaron y la prepararon para cometer su misión y aceptar su destino. Su propio destino, el de su familia y el del planeta entero, dependían sólo de ella....
Pero todo esto es otra historia. Pertenece al pasado. Volvamos al presente.
Por el rabillo del ojo vió salir de la tienda de ropa a la persona a la que llevaba un buen rato siguiendo. Pasó a su lado, sin reparar en ella. Dejo que continuara su camino, y ya a una distancia prudencial comenzó a seguirle de nuevo. Se ajustó la pequeña mochila que llevaba en sus hombros y esquivó a toda la muchedumbre que pululaba a aquellas horas por una de las calles más importantes y céntricas de la ciudad. Su presa era un hombre de mediana edad, moreno, pelo corto, engominado y muy flaco. Poseía una información vital para ella y necesitaba tener una pequeña charla con él.
El hombre cruzó de acera y se metió por la calle donde comenzaba el barrio chino. Ella le siguió y se internó por aquel extraño y misterioso barrio. Enseguida vió un montón de actividad en sus calles. Había pequeños puestos callejeros donde vendían practicamente de todo : fruta, licores, plantas, animales, perfumes, comida...También en las esquinas de sus calles, había mujeres que vendían otras clases de alimentos...Un grupo de niños chillones, jugando con unas coloridas cometas, pasó corriendo a su lado y casi la tiran al suelo. Tuvo que apoyarse en uno de esos puestos de fruta y, aprovechando el momento, birló habilmente una manzana muy roja y brillante. La guardó en su mochila y prosiguió su misión. El hombre empezó a callejear. Tan pronto giraba a la izquierda como lo hacía a la derecha. No parecía tener un rumbo fijo. La s calles por las que se metía eran cada vez más estrechas y había menos personas. Un fuerte olor a pescado frito inundó sus fosas nasales y le entró una nausea. Nunca le había gustado el pescado, especialmente el marisco y cosas similares. No lo soportaba.
Al girar por la última callejuela por donde se había metido aquel hombre, se sorprendió de no ver absolutamente a nadie. Ni un alma andaba por aquella calle y no había ninguna puerta donde se pudiera haber escondido. La calle era muy larga y continuó andando por ella. Hacia la mitad, se encontró en lo que parecía una intersección de calles. Ella estaba justo en el medio y a su derecha, a su izquierda, delante y detrás, desembocaban calles. Dos a la izquierda, una a la derecha y dos delante. Le dió mala espina. Un escalofrío recorrió su espalda y se percató de que había caido en una trampa. Ni siquiera se sorprendió cuando empezó a escuchar un gran número de pasos que se dirigían hacia ella. Eran ellos. Los merodeadores la habían encontrado.
Aparecieron por todas las calles, incluso detrás suyo. Eran una veintena y todos llevan su clásica indumentaria oscura y llevaban las pinturas de guerra adornando sus sombríos rostros. Barajó varias opciones antes de tomar una decisión. Eran demasiados y se sentía demasiado cansada como para luchar con todos ellos, así que sólo podía hacer una cosa : huir. Por la calle que tenía a la derecha, cuatro merodeadores empezaron a correr y ella hizo lo mismo. Corrió hacia ellos y observó como empezaban a desenvainar sus largas y afiladas espadas. Cuando llegó a su altura, aprovechó un gran charco de agua y se lanzó al suelo, deslizándose por él. Atravesó las piernas de uno de aquellos horribles seres. Intentó cogerla por el pelo, pero ella se pusó de pie rapidamente y salió corriendo. Notó como todo el grupo corría tra ella, sin hacer ruido alguno. La calle acababa y no había ningún lugar por donde poder escapar de allí. Casi al final, vió un estrechísimo callejón a su izquierda y se metió por él sin pensárselo dos veces.
Siguió corriendo y llegó a una calleja oscura, con dos grandes y sucios contenedores de basura a la derecha, completamente nada a la izquierda y una altísima pared desconchada al frente. No tenía escapatoria. Se paró frente a la pared, se dió la vuelta y vió a todo el grupo de merodeadores deteniéndose frente a ella. Junto a los contenedores de basura había unos cartones de los que sobresalió la cabeza de un vagabundo, completamente borracho, que contempló la curiosa escena. Uno de los merodeadores dió dos pasos rápidos y golpeó con violencia el rostro de la chica que andaban buscando. Ella cayó al suelo y se quedó quieta, con las rodillas clavadas en el suelo. Se avalanzaron hacia ella y uno de ellos, que parecía ser el que más mandaba, gritó por encima de sus cabezas :
- ¡¡ Estúpidos !! ¡¡ Recordar que no debéis acorralarla !! - chilló.
Su aviso llegó demasiado tarde. Ella empezó a levantar la cabeza lentamente, con parsimonia. Sus ojos, otrora castaños, empezaron a teñirse de negro. Eran de una negrura sólo comparable con la negrura del infinito. Comenzó a erguirse y los merodeadores dieron un paso atrás, contemplando con miedo la transformación de la chica. Su rostro se convirtió en un rostro felino, casi animal. Del bolsillo trasero sacó dos palos, no muy largos. En uno de los lados de cada uno de los palos había una especie de botón. Lo pulsó y un par de hojas afiladas brotaron de ellos. Se formaron como una especie de hachas pequeñas.
De repente, y con una velocidad vertiginosa, se lanzó hacia ellos. Alzó el hacha y cercenó de un golpe el brazo de uno de ellos. Sin darles tiempo a reaccionar comenzó a golpearles sin piedad ninguna. Miembros amputados y regueros de sangre inundaron la calle. Su fuerza era brutal. No la podían detener, a pesar de ser muchísimos más que ella. A uno de ellos, le cortó un pie de un sólo tajo, juntó las hachas en una mano, sacó un puñal plateado de otro de sus bolsillos y se lo clavó con fiereza en un ojo. Al sacar el puñal, sacó también su globo ocular, mientras el hombre aullaba de dolor.
En el tiempo que transcurrió toda la escaramuza, el vagabundo se quedó todo lo quieto que pudo, con las ropas cubiertas de sangre y los ojos bien abiertos, pensando que había llegado el día que tanto había temido : estaba sufriendo su primer delirium tremens.
De repente, todo terminó. Los cadaveres se apilaban junto a los contenedores y el suelo se había teñido de rojo, de color sangre. Observó que uno de los merodeadores, al que le había cortado una mano y unos cuantos dedos de la otra, intentaba escabullirse. Lo cogió por la nuca, lo lanzó contra una pared y apoyó sus dos hachas en su cuello, sin hacerle ningún corte.
- ¿ Cómo te llamas, bastardo ? - le preguntó.
- Pa - Pakrat, Dama Oscura - contestó él.
- Muy bien, Pakrat, voy a ser misericordiosa contigo y te voy a dejar con vida - le dijo. - Pero a cambio, tienes que hacerme un pequeño favor.
- Lo - Lo que desée - contestó con voz temblorosa.
- Quiero que le transmitas un mensaje a tu Amo. Dile que puede mandar a los esbirros que quiera, que no me podrá detener. Recuperaré el cetro y abriré las puertas de la Eternidad. - le dijo muy cerca de su oido, bisbiseando, casi en un susurro. - ¿ Lo has entendido, sucia rata ?
- Sí, sí...Le daré su mensaje - contestó con el miedo y el dolor metidos en el cuerpo.
- Ahora fuera de aquí - dijo y lo tiró al suelo con desprecio. El merodeador se levantó como pudo y desapareció de su vista corriendo como alma que lleva el diablo.
Ella se quedó quieta, se tranquilizó y volvió a su ser. Reparó en el vagabundo que la miraba aterrado. Cogió la mochila, la abrió y sacó la manzana que había robado hace un rato. Se la ofreció al borracho y este, muy despacio, como un perro temeroso, la cogió de la palma de su mano.
- Gracias...- le dijo.
Ella se volvió y emprendió el camino hacia su destino, a la vez que tarareaba una antigua canción de un viejo grupo, ya olvidado, de musica punk....