De pequeño me encantaba jugar al escondite. Me lo pasaba en grande escondiéndome y buscando a los demás niños. Prefería esconderme y llegar corriendo hasta la pared y gritar : "¡ Chufa !". Realmente, era muy divertido. Con qué poco éramos felices....
Conforme nos hacemos mayores, los escondites no desaparecen de nuestras vidas. Todos teníamos escondites en nuestros cuartos, cuando vivíamos con nuestros padres. En él, escondíamos cosas que no queríamos que viera nadie : algún diario, paquetes de tábaco ( cuando empezábamos a fumar ) , revistas y películas de contenido adulto, las primeras cartas y notitas de amor....Toda esa serie de cosas.
También tenemos escondites en nuestra ciudad. Esos lugares especiales ( cada uno tiene el suyo ), donde nos encontramos a gusto, en paz con nosotros mismos, en los que reflexionamos sobre nuestras cosas y en los que podemos llorar si queremos o reir con todas las ganas del mundo.
Luego, con algunas personas determinadas, también tenemos nuestros escondites en dónde guardamos cosas que sólo conocemos nosotros de su existencia : una palabra escrita, algo enterrado, promesas de amor escritas en un banco o en un árbol.....
Y, también tenemos escondites en nuestros corazones, en los que en cualquier pequeño recoveco o fisura, escondemos y guardamos cosas importantes para nosotros : pequeños y grandes secretos, recuerdos, días imborrables, personas que ya no están con nosotros.......
Hace no mucho, con mis amigos Andrés, Mapi , Oscar y Raquel, planteamos enterrar una capsula del tiempo. Esconderla y volver a buscarla pasados unos cuantos años, si nadie la ha encontrado antes, claro. Me gusta esa idea, a ver cuando la hacemos realidad.....